En Latinoamérica, la brecha en telecomunicaciones es más notoria. El acceso a internet aumenta, pero ¿qué tan permisivo es este medio?
El acceso libre a internet se ha convertido en un debate durante los últimos años. La discusión se centra en evaluarlo como un servicio público que debe ser garantizado para todas las personas, así como el agua potable y la electricidad. Abel Suing, docente e investigador de la Universidad Técnica Particular de Loja, realizó una investigación comparativa sobre las regulaciones al acceso a internet en los países andinos.
En un entorno digitalizado, la libertad de expresión es un derecho; lo cual significa que debemos protegerlo. El primer paso es reconocer que el internet es un espacio de naturaleza global.
Las discusiones alrededor de lo digital impulsan a las naciones a fomentar el acceso y la colaboración internacional. Este espacio funciona como servicio de información e interacción. La UNESCO destaca la importancia de un internet abierto y accesible. Lo que implica que es necesaria una participación igualitaria en la red.
En este contexto, se espera que las instituciones educativas sean las que formen a las personas sobre las características de Internet. Como consecuencia, los usuarios podrían adquirir la capacidad de evaluar y gestionar información, así como mitigar y tomar decisiones.
El internet permite que la esfera pública deje de ser simplemente un mecanismo de comunicación físico y se convierta en un espacio digital. La libertad de expresión es la misma que en cualquier otro medio, con especial énfasis en que ya no solo los periodistas, profesionales o grandes empresas de medios tienen la palabra oficial.
El acceso a Internet es fundamental para garantizar una participación equitativa de los ciudadanos. Para poder asegurar estos derechos, deberían existir reglas y planes para que el acceso sea justo para todos. El Internet y el derecho a estar informado tienen que ver con la difusión de conocimiento, temas de actualidad y participación ciudadana.
Abel Suing, en su paper Estándares de internet libre en la región andina, realizó un estudio para comparar los retos que presenta el acceso a internet en Bolivia, Colombia, Perú y Ecuador, entre los años 2018 y 2022.
Suing llevó a cabo esta investigación con el objetivo de analizar cómo los gobiernos han regularizado el acceso a Internet y cuáles serían sus objetivos en el futuro. Esto teniendo en cuenta que cada día nos aproximamos a un mundo digitalizado.
«El dilema consiste en que nosotros estamos utilizando estos espacios, como una plataforma que permite que las personas dialoguen, se conecten e implícitamente ejerzan su derecho a la libertad de expresión”, comenta Suing.
Para los usuarios de las plataformas, el Internet les permite utilizar todo tipo de servicios y compartir información. También es un medio de comunicación que les facilita ser consumidores y creadores. Los usuarios dejan de ser pasivos y tienen sus propios espacios dentro de las redes. Esto sugiere que la participación de los usuarios en Internet puede mejorar su calidad de vida e información.
Entre sus conclusiones, Suing sugiere que se necesita de tres actores para poder promover un acceso equitativo en la región: la participación del Estado, las plataformas y la ciudadana.
“La ciudadanía es un concepto que tiene dos vías, derechos y responsabilidades. ¿Qué hago yo? ¿Cómo me involucro, cómo participo? ¿Cómo actúo? Entonces, la atención mediática va a permitir el acceso a internet y los de la regulación y de cómo hacer, de manera pragmática, cómo llevamos el día a día las orientaciones”, comenta Suing acerca del marco teórico.
En el caso de su investigación, esta se basó en la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que propone un conjunto de estándares para que el internet sea “realmente universal, grande, asequible y que permita ejercer las libertades de los ciudadanos”, explica Suing.
El acceso a Internet se ha transformado en un elemento esencial para el desarrollo humano y ha creado un nuevo campo de derechos. Por ejemplo, el derecho a proteger los datos e información personal de los usuarios.
El internet como un espacio de socialización
Internet también es un espacio cultural y social, donde se discute sobre intereses y opiniones personales. En gran parte, se ha transformado en un elemento fundamental de la esfera pública.
Es complicado trazar una línea entre lo cotidiano y la vida en línea, explica Luciana Musello, docente de medios y comunicaciones en la Universidad San Francisco de Quito. Sus áreas de investigación son el trabajo digital, las culturas promocionales en internet, y el internet de servicio público como una propuesta progresista para proteger esta red y ejercer un poder democrático sobre este servicio.
“Hoy es muy difícil encontrar una esfera dentro de nuestras vidas que no esté en lo digital, o haya sido tocado por este. Esta digitalización genera brechas que tienen que ver con esos que no tienen acceso a internet y los que sí, pero también hay otras que tienen que ver con el uso, los usemos que hacemos de internet”, detalla.
Musello también explica que, “Los usos son desiguales y además están estratificados según características que preceden el internet mismo, como el nivel socioeconómico, incluso el género, etnia. Entonces, los usos no son igualitarios y si estos no son comunes en sociedad, hay personas que extraen beneficios que no están disponibles para todos. Por esto, es importante que el uso y el acceso a internet sea igualitario”.
Sin embargo, existe una saturación de información en las redes. En respuesta, se han desarrollado sistemas de verificación y herramientas para combatir la difusión de información errónea o discursos que inciten al odio. Se toma esta medida para proteger la integridad de las personas.
Ei internet se ha convertido hoy en una herramienta esencial, por lo que hay que asegurar su acceso equitativo para garantizar la inclusión de voces provenientes de diferentes grupos en la opinión pública.
Los resultados de la investigación de Suing retratan una realidad decepcionante en los países andinos. El internet sigue privatizado y controlado por los mismos conglomerados. Esto extiende la brecha y pone en situación de vulnerabilidad a grupos marginados.
Entre todas las desigualdades en estos países, la «brecha digital» es más notoria a medida que el progreso tecnológico avanza. Existen nuevos desarrollos, pero no todos tienen acceso a dichas tecnologías, lo cual significa que se quedan estancados ya sea por género, clase económica, región y niveles de educación.
Es necesario replantear la idea del acceso al internet como un derecho básico que incluya infraestructura y políticas en las cuales se cimenta.
Sara de la Puente y Ana Karen García
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