Desde mediados del siglo XX, el Ecuador se ha caracterizado por ser un país “emisor de migrantes internacionales hacia países de Norteamérica y Europa (…) como parte de tendencias regionales marcadas por contextos de crisis políticas” (Cruz & Ramos, 2023, p.5). Desde el 2018, se ha visto un incremento de migraciones desde Ecuador. Por ejemplo, tras la disolución de la visa en México, 1 300 personas que viajaron a ese país no regresaron. En el 2019, este número incrementó a 16 mil y, en el 2020, a pesar de la pandemia, se registraron más de 14 mil. Pero, desde los últimos años también se ha convertido en un territorio de acogida para personas con movilidad.
Por ejemplo, una de las principales provincias de acogida fue El Oro, un espacio importante para la salida hacia el sur del país por las personas provenientes de la crisis humanitaria migratoria de Venezuela. En el 2018, medios locales reportaron 2 000 personas estacionadas en la zona intentando dirigirse hacia Perú, en el 2019, este número aumentó a 6 000 personas que salían del país por día. En medio de la pandemia, El Oro fue uno de los principales puntos de contagio por el Covid-19. Esto también afectó a las personas migrantes puesto que no podían acceder a servicios médicos, no tenían acceso al trabajo por el confinamiento y el cierre de las fronteras les obligó a estacionarse en el país.
En el 2020, el año en el que la pandemia del Covid-19 entró en su apogeo, 280,6 millones de personas a nivel mundial se encontraban en situación de movilización. De ese total, 135 millones, es decir 48,1%, fueron mujeres, mientras que la proporción de hombres migrantes fue de 51,9 %, según el Portal de Datos sobre Migración. En ese año, en Ecuador se asentaron alrededor de 784,8 mil migrantes, según el mismo Portal.
Durante el proceso migratorio existe un sinnúmero de dificultades, pero estas experiencias son distintas tanto para hombres como mujeres; pues el rol de cada sexo se modifica o amplifica en las difíciles condiciones que representa la movilización. De igual forma, la relación de cada uno con un aspecto importante dentro del proceso migratorio, que es la comunicación, complica su posición con respecto a su rol tradicional de género como con la relación del uno con el otro.
Al hablar de género, se hace referencia a las funciones y comportamientos sociales que se catalogan como apropiados tanto para hombres, mujeres como para personas no binarias.
Desde los 2000, se ha considerado el género en el análisis de los procesos migratorios, el rol que ocupan en este proceso, y cómo cambian, se alteran e intercambian dependiendo de las necesidades que se les presentan. Por ejemplo, el rol del hombre y su masculinidad puede verse trastocada por la necesidad de que asuman roles domésticos para sacar adelante su supervivencia en el lugar de destino.
Por otro lado, el rol de la mujer se vuelve aún más importante bajo el contexto de cuidado a personas. Esto sucede ya que “las madres que dejan a sus hijos y las mismas madres que van a los países del primer mundo o europeos a cuidar ancianos, personas enfermas o niños”, explica Ruth Lara, migrantóloga. Por supuesto, estas dinámicas también le suceden a los migrantes que llegan a Ecuador, puesto que al igual que en migraciones al primer mundo, aquí vienen para “insertarse en un nuevo país y empezar a desarrollar actividades que les permitan vivir”, agrega.
Otro caso, en el que la pandemia ha exacerbado experiencias migratorias es en situaciones de abusos intrafamiliares por el confinamiento, pues allí “las posibles víctimas se quedaron encerradas con sus agresores.”, destaca Ramos. Además, en situación de migración esto se agrava, ya que las mujeres se encuentran en total desprotección, incluso peor si no se tiene trabajo, documentos, etc.
Durante la emergencia sanitaria, en el Ecuador se registraron 235 llamadas cada día, en las que se abordaban casos de violencia intrafamiliar. Hasta finales de junio del 2020, este número llegó a un total de 31,087 llamadas de la misma índole, según la Alianza para el Monitoreo y Mapeo de los Feminicidios en el Ecuador. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, en el año 2019, alrededor del 65% de mujeres sufrieron violencia por de género, la cual se dividía en diferentes aristas: física, sexual, psicológica, económica, patrimonial y gineco-obstétrica.
Asimismo, la realidad de los migrantes se vio perturbada por temas de desigualdad. “La violencia de género se puede dar en el momento en el que una mujer decide tomar la rienda y decide migrar”, detalla Lara. Es así que la esperanza por construir un nuevo futuro se comienza a interrumpir y limitar.
La comunicación también forma un rol clave dentro de las dinámicas de género dentro del hogar, puesto que como también puede mantener y fortalecer lazos familiares, “también, desde ópticas de género, puede servir para controlar a la pareja o a la mujer a la distancia”, agrega Ramos. Pero no todo es negativo, ya que, en esta situación de necesidad, las telecomunicaciones favorecieron a la creación de redes de apoyo. Este es el caso del movimiento de mujeres de El Oro, quienes a través de un grupo de WhatsApp brindaron apoyo a personas en situación de movilidad.
“Los miembros de la organización comenzaron a buscar a personas específicas, a contactar con quienes estaban en movimiento para enterarse dónde se encontraban, qué necesitaban y ayudarles a llegar a lugares específicos”, expone Ramos. “No siempre tenían conexión, llegaban a un lugar público con internet y se conectaban, e iban de esta manera tomándose la posta. No era una comunicación permanente, ni circunstancias normales, era una cosa que iba desenvolviéndose de acuerdo con sus necesidades”, detalla.
“La comunicación es fundamental, la comunicación es ese elemento que permite a los migrantes estar conectados,” detalla Lara. Pero no solo usan WhatsApp como medio de comunicación, sino que usan todo tipo de redes sociales. Sin importar el género, la comunicación favorece al fortalecimiento de nexos pues gracias a esta, los migrantes “pueden reproducir, recrear y no perder esos lazos que dejaron en su país de origen”, comenta.
“La comunicación nos ayuda a analizar de mejor manera la nostalgia” enfatiza, pues permite que ese sentimiento se mantenga latente dentro de los canales de comunicación de los migrantes. En ellos se preservan recuerdos, reproducen su cultura y preservan conexiones. Por lo que, si bien, el acceso a Internet y a redes ha sido fundamental para mantener activa la conectividad entre personas, también ha sido una herramienta importante usada para la lucha social y la sororidad.
Adrian Idrovo y Martina Palacios
USFQ – OIME news